Ser un profesor eficaz no significa corregir de manera pública cualquier infracción menor de las reglas. En realidad, este tipo de atención pública podría reforzar la mala conducta, como vimos en el capítulo 6. Los profesores que con frecuencia corrigen a los alumnos no necesariamente tienen los grupos con mejor comportamiento (Irvin y Martin, 1982). La clave consiste en saber lo que está sucediendo y lo que es importante, de manera que se eviten los problemas.
Detener los problemas con rapidez
La mayoría de los estudiantes obedecen inmediatamente cuando el profesor da una orden de alto (“dejen de hacer eso”) o modifican la dirección de la conducta. Sin embargo, algunos alumnos reciben la orden muchas veces.
Un estudio reveló que estos estudiantes con mal comportamiento pocas veces obedecen la primera orden del profesor, y muchas veces responden de manera negativa, de tal manera que provocan en promedio entre cuatro y cinco ciclos de órdenes del maestro y respuestas del estudiante antes de obedecer (Nelson y Roberts, 2000). Emmer y Evertson (2009), al igual que Levin y Noland (2000), sugieren siete formas sencillas para detener con rapidez la mala conducta, de la menos impertinente a la más impertinente:
• Haga contacto visual con el infractor o acérquese a él. Otras señales no verbales, como señalar el trabajo que se supone debería estar realizando el alumno, podrían ser de utilidad. Asegúrese de que el estudiante realmente abandone la conducta inapropiada y regrese a trabajar. Si usted no lo hace, los alumnos aprenderán a ignorar sus señales.
• Pruebe indicios verbales como “decir nombres” (tan sólo mencione el nombre del estudiante durante la exposición); formularle preguntas o hacer un comentario gracioso (no sarcástico) como “debo estar alucinando, juro que escuché a alguien gritar una respuesta, ¡pero eso no es posible porque aún no le he cedido la palabra a nadie!”.
• Pregunte a los alumnos si están conscientes de los efectos negativos de sus actos o envíe un “mensaje en primera persona”, como se describe más adelante en el capítulo.
• Si no están ejecutando un procedimiento de clase de manera correcta, recuerde a los alumnos la manera de hacerlo y pídales que lo hagan correctamente. Tal vez necesite retirar en silencio un juguete, un peine, una revista o una nota que compita con las actividades de aprendizaje, mientras les indica en privado que les devolverá sus objetos al final de la clase.
• De manera tranquila y no hostil, solicite al alumno que enuncie la regla o el procedimiento correctos y que después se apegue a ello. Glasser (1969) propone tres preguntas: “¿qué estás haciendo?, ¿eso va contra las reglas?, ¿qué deberías estar haciendo?”.
• Pida al alumno, de manera clara, firme y sin hostilidad, que abandone la conducta inapropiada (más adelante, en este capítulo, hablaremos con mayor detalle de los mensajes asertivos dirigidos a los estudiantes). Si los alumnos “replican”, tan sólo vuelva a mencionar su petición.
• Ofrezca una opción. Por ejemplo, cuando un estudiante continuó dando respuestas sin importar lo que el maestro hiciera, este último dijo: “John, tienes dos opciones. Deja de dar respuestas inmediatamente y empieza a levantar tu mano para responder, o lleva tu asiento al fondo del salón y después tendremos una plática privada tú y yo. Tú decides” (Levin y Nolan, 2000, p. 177).
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