Sigmund Freud

EL MEDIO SOCIAL COMO ESTRUCTURA PSICOLÓGICA. REFLEXIONES A PARTIR DEL MODELO ECOLÓGICO DE BROMFENBRENNER

EL MEDIO SOCIAL COMO ESTRUCTURA PSICOLÓGICA. REFLEXIONES A PARTIR DEL MODELO ECOLÓGICO DE BROMFENBRENNER

Una conducta se considera socialmente competente y adecuada dependiendo del contexto social en el que se inscribe. Esto significa que para poder analizar conductas hemos de conocer el contexto sociocultural específico en el que la conducta a estudiar se inserta. Por ejemplo, la puntualidad es algo ineludible si se desea obtener un trabajo en algunos países pero, sin embargo, esa exigencia no existe –u ocupa un lugar secundario– en otros. Dos elementos clave del contexto sociocultural que nos pueden abrir paso hacia su estudio podrían ser los siguientes:

 1. La especificidad cultural: “El énfasis en las normas sociales va más allá de los determinantes situacionales hasta llegar a los determinantes culturales de las conductas sociales. Los estudiosos de las habilidades sociales, particularmente en Europa, han reconocido la naturaleza específicamente cultural de su trabajo y, por tanto, la no aplicabilidad de ciertos criterios y técnicas a otras culturas” (Furnham, 1985). No obstante, aún existen muy pocos estudios transculturales sobre el déficit en las habilidades sociales que nos permitan establecer paralelismos y divergencias sólidos entre diferentes culturas. Los que hay (Rims, 1976; Spinks y Moerdik, 1980; Hall y Beil-Warner, 1978 o Magnusson y Statin, 1978) permiten sostener la idea de que las habilidades sociales son específicas culturalmente hablando.

 2. Rol sexual y habilidad social: Si la conducta socialmente hábil de un individuo está en relación con el contexto social de la interacción personal, es lógico suponer que existen normas sociales específicas que regulan lo que podríamos considerar conducta social apropiada en diferentes situaciones. Los valores sociales sugieren conductas diferentes para distintas edades, sexos o profesiones así como para subculturas distintas. En el pasado, cuando los roles de interacción prescritos para los individuos no eran ambiguos, todos sabían muy bien qué clase de conductas se esperaba de ellos en ciertos momentos. Pero eso se ha perdido en la compleja y cambiante sociedad de nuestros días en la que, frecuentemente, tanto los hombres como las mujeres desconocen cuáles son los comportamientos adecuados a su rol en determinadas situaciones. (Broverman et al., 1979; Solomon y Rothblum, 1985; Trower, 1982).


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